¡Hablamos sobre la importancia de que los niños lo hagan!
El juego es una manera de que los niños se entretengan y pasen el tiempo, pero también es un elemento básico y necesario en su desarrollo. Cuando los pequeños juegan, no solo se divierten, sino que también se activan y estimulan capacidades como la afectividad, la motricidad o la sociabilidad.
Dada la relevancia que tiene para su crecimiento y aprendizaje, desde Planeta Ecoaventura os explicamos en qué beneficia a los niños jugar desde edades tempranas y en cualquier época del año.
Los beneficios del juego para los niños
Es fundamental que los niños nunca dejen de lado el juego. Sustituirlo por tareas o actividades programadas y controladas limitan las capacidades de los más pequeños, quienes necesitan tiempo de ocio y juego libre para ser niños y poder desarrollarse de forma sana y feliz.
Gracias a él, pueden potenciar su imaginación, explorar el espacio en el que se desenvuelven, expresar su particular visión del mundo o dejar volar su creatividad. Asimismo, es imprescindible para forjar las relaciones con otros niños y con los adultos.
Pese a ser una gran oportunidad para divertirse, el juego también les ayuda a planificarse, trabajar en equipo, regular sus emociones y crear vínculos afectivos. Contribuye a su maduración psicomotriz, cognitiva y física, además de favorecer la socialización. De esta manera, el juego es, sin duda, uno de los medios con mayor impacto en los niños para desarrollar nuevas habilidades y destrezas a través de su propia experiencia.
Impulsar la creatividad
El juego provocará que los niños sean más expresivos y aprendan a comunicarse mejor. Cuando disfrutan del tiempo de ocio, los pequeños se muestran más enérgicos, potencian su imaginación y creatividad, desarrollan el sentido del humor, descubren la pasión por lo que hacen y conectan con el entorno que les rodea. Con perspicacia, ingenio y astucia, los niños son capaces de inventar historias y crear realidades con las que fortalecer sus competencias.
Entablar relaciones afectivas
Gracias al juego, los niños aprenden a relacionarse con otras personas y a hacer frente a determinadas situaciones propias de la socialización. Comprenden el comportamiento de los demás, descubren sus límites, entienden que existen reglas y normas, y asumen que satisfacer sus necesidades no implica sabotear las de otros. Además, les ayuda a tener conciencia de la importancia del compañerismo, la cooperación y la solidaridad. Trabajar la asertividad también será fundamental en las interacciones sociales.
Conocimiento y control de las emociones
A la hora de jugar, los niños pueden experimentar emociones como tristeza o frustración cuando las cosas no salen como planean. Por eso es importante que aprendan a medir sus sentimientos y desarrollar habilidades como el autocontrol o la empatía. También les resulta muy útil para descubrir cómo resolver los conflictos y, en caso de necesidad, detectar cuándo pedir ayuda.
Como vemos, jugar es la mejor manera de ayudar a los niños a desarrollarse física y mentalmente, y a cultivar las relaciones con otras personas y su entorno. Así que, ya sabes, este verano disfruta con los más pequeños de la alegría de descubrir nuevas experiencias mientras conectan con ellos mismos y con el mundo que los rodea.